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Capitulo VIII Tiempos de Guerra

Un día nos encontrábamos mi padre y yo en Peredillo que era una finca que daba a la carretera de Sobrevivas, cavando para poner la hortaliza en el centro del maizal con el fin de que no se viera y paso por allí un pariente lejano que tenia la tienda en Irús que de vez en cuanto surtía mediante un burro y su carro los comestibles a los que los habitantes de los pueblos del valle no tenían acceso mediante su ganadería y cultivos, así que cada cierto tiempo traía aceite, arroz, azúcar, sal y especias y nos mantenía en contacto de amigos y parientes lejanos, el caso es que según vio a mi padre le dijo estas palabras; Marcelino, han matado a Calvo Sotelo, la guerra la tenemos encima , tienes cinco hijos , si tienes algún dinero llevo latas grandes de bonito y otras cosas que luego van a escasear, mi padre me dejo cavando subió al carro y los dos fueron para nuestra casa , no se exactamente lo que compraron mis padres pero os aseguro que durante la guerra comí muchas veces bonito en escabeche.
La situación en guerra comenzó bastante definida los llamados nacionales se situaron en La Peña de Losa y el bando republicano representado por los milicianos se quedaron en el valle , nadie se fiaba de nadie y España en general y el Valle en particular comenzamos a padecer, lo primero que hicieron los milicianos fue requisar todas las escopetas, lo segundo arrestos entre las personas mas afines a la iglesia o a la formación, como recordareis nosotros íbamos a la escuela del Patronato "subvencionada" por la fundación y el maestro de esta, mi tío Antonio de Frutos fue de los primeros en conocer los calabozos de los bajos del ayuntamiento de Villasana pues fue allí donde le mantuvieron arrestado durante un tiempo, así que mi abuelo Ángel García y yo fuimos en alguna ocasión a verle y a llevarle algunas vituallas para hacerle mas llevadero su encierro, recuerdo perfectamente la sensación de temor e inquietud al acercarme junto a mi abuelo por el puente de Villasana donde siempre hacían guardia dos de los cinco o seis guardias civiles del cuartel que allí había y ver los ventanucos enrejados de los calabozos que daban a la margen derecha del Cadagua, también recuerdo el calabozo donde estaba mi tío donde por mas mobiliario solo había una vieja silla y un colchón de paja y capullas de maíz y fue en la primera de aquellas visitas donde gracias a una anécdota constate lo injusta que es la vida en tiempos de guerra así como el valor que mi abuelo daba a la palabra dada, os contare, ya habíamos entrado en los calabozos cuando el alguacil que nos había abierto quiso cerrar la puerta de la celda donde estaba mi tío con nosotros dentro, esta acción, de lo mas normal en la actualidad por cierto, provoco que mi abuelo Ángel juntase cielos y tierra cagándose en todo la republica, el gobierno, los nacionales, los rojos , los curas… le dijese al alguacil que nadie encerraba a un García y menos junto a su nieto que si el estaba ahí era para visitar a su yerno y que si cuando había entrado su yerno estaba en la celda cuando el saliese de allí su yerno seguiría estando que aunque no hubiese motivos para encerrarle nadie iba a faltar a la palabra dada hasta que todo se aclarase, ahora con el paso de los años pienso que a mi tío le encerraron por alguna acusación que realizo el maestro de la escuela nacional que en tiempos de guerra fue comisario político de los de uniforme y pistola al cinto.
Cuando a mi tío Antonio le soltaron le mandaron obligado a impartir clase a una escuela de Bilbao y en la escuela del Patronato pusieron a otro maestro que se llamaba José Manuel, el ser maestro en la escuela del Patronato daba derecho a vivienda pero en ella hasta la fecha había vivido al estar casada con mi tío Antonio mi tía Beatriz y los dos hijos de su matrimonio Benita y Julián, como la casa era bastante grande se llego al acuerdo de que mi tía y sus hijos se quedarían en ella y el maestro dispondría de habitación, limpieza y comida como si de una pensión se tratase , no obstante como Julián y Benita eran aun muy pequeños y para que no hubiese habladurías, en los pueblos son así, yo también dormiría todas las noches en aquella casa, recuerdo que no me apetecía mucho y en alguna ocasión a las tres o cuatro de la madrugada saliendo por la ventana que daba al tejado del soportal de la escuela y descolgándome por este a la pared de la tapia del prado de alfalfa de Félix Campo me escapaba para casa, claro que cuando llegaba allí estaba mi madre que no se como me oiría venir preparada con la zapatilla del numero treinta y siete en la mano dispuesta a dejármelo grabado en el culo, y ala otra vez para casa de mi tía Beatriz sin que nadie salvo mi madre se diese cuenta de mi fuga.
A mi padre en guerra se lo llevaron a los batallones de trabajadores para hacer trincheras delante de la línea de fuego de los nacionales, con estos batallones fortificaron el pie de la Peña de Losa y todos los altos que había en el Valle de Mena ya que éramos uno de los pasos naturales hacia Bilbao y lo que por aquel entonces llamaban el cinturón de hierro, para comunicar lo mas rápidamente su zona del valle también hicieron una carretera que desde el puente vao subía por Las Lastras, Las Rebollas de Ganavidas en el cruce de Moreno, después por La Pedriza en El Cruce de la Vara seguía por el Hayal de Hornes para desde allí cruzar todo el Ordunte y bajar por Carranza a Santander.
Durante la guerra nos toco gran parte del tiempo en zona roja y una de las cosas que mejor recuerdo siendo pequeño era que se tenia que entregar parte o todo no recuerdo exactamente del trigo que recogíamos luego con la cartilla de racionamiento íbamos a Villasana a recoger lo del racionamiento lo cual solo nos daba para un par de días de pan, mi madre casi siempre me mandaba a mi con el talego vacío y el panadero de Villasana siempre nos daba un poco mas la ida era fácil pero la vuelta era ya mas complicada ya que los cuatro o cinco kilómetros a que hay del pueblo a la capital del valle mas la tentación de darle un bocado a una de las hogazas de pan caliente se hacia bastante dura, con lo del trigo y la harina todos hacíamos trampas, la comprábamos de estraperlo o escondíamos parte del trigo de la temporada y lo molíamos por la noche lo cual implicaba que había que sortear por los senderos las patrullas , normalmente íbamos mi abuelo Ángel y yo y su pareja de vacas yugueras la fina y la gallarda las cuales seguían a mi abuelo como los pollos a la gallina, así que con un candil de petróleo cuando no había luna las dos vacas el carro y yo dormido a ratos sobre los sacos, a ratos por que mi abuelo de vez en cuando me preguntaba si estaba dormido nos plantábamos en Villasana o en Vallejo para esconder el carro y las vacas y moler por la noche para volver antes de que cantase el gallo, a mi abuelo le recuerdo con pasión era un hombre muy recto al que todo el mundo respetaba su palabra era ley tanto en la familia como entre sus amigos y conocidos, siempre me decía que hacia mas de lo que podía hacer a mi edad pero ya sabéis en tiempos de guerra todos teníamos que apretar el hombro, con los consejos que me dio creo que comencé a formar mi carácter sin duda el que mejor recuerdo y el que he tratado de inculcar a mi hijo es este "haz que tu palabra valga tanto o mas que lo escrito".
El estar en "zona roja" como se decía entonces, no nos trajo mas que problemas como ya os he dicho primero a mi tío al cual creo que al ser el maestro de la escuela del patronato le encerraron en la cárcel durante un tiempo, luego empezamos a sospechar que quien le denuncio fue el maestro de la escuela nacional el cual en guerra fue comisario político de los de pistola al cinto, luego a nosotros ya que a mi padre se lo llevaron a hacer trincheras y a nosotros no nos quedo mas remedio que ver publicados nuestros nombres en la puerta de la iglesia de Burceña en las listas de fusilamientos allí estábamos todos , mis tíos , mis abuelos, nosotros y nuestros primos y eso que no nos metíamos en política solo que de vez en cuando íbamos a misa y nuestros padres nos enseñaban a rezar en casa, total que sin meternos con nadie se nos acusaba de fascistas ya que se decía por el valle que el que no fuese comunista había que matarlo, los que aparecían en las listas y tenían miedo se pasaban por la noche a la zona nacional como mi primo Tuto o Gregorio Ortiz hermano de "Angelón" que cuando se fueron a cambiar de bando los siguieron los milicianos y en los montes de Siones cerca de la iglesia tuvieron que subirse a un Haya y con ellos subidos arriba según nos contó mi primo los milicianos pararon a fumarse un cigarro, imaginaros si estornudan se los habrían cargado como a un par de palomas.
Mi abuelo tenia un criado, Salvador, le llego el momento del servicio militar y tuvo que marcharse no volví a saber nada de el , con la marcha de Salvador y mi padre fuera de casa si antes había poca ayuda para el trabajo en el campo ahora había mucha menos ya que mi hermano Ángel tuvo que irse con mi abuelo, imaginaros el panorama mi madre yo y mi hermana Angelita con tres años menos, mi hermana Carmen con cinco , Pilar con siete menos e Irene recién nacida, así que entre mi madre y yo para el campo y el ganado y Angelita de responsable con sus hermanas.
Los robos o el requisamiento durante la guerra estaban a la orden del día, la escopeta de mi padre que decían que era la que mas largo tiraba del Valle por los cañones que tenia y que estaba recién comprada se la llevo Emiliano el de Sobrevivas, a mi abuelo por la noche le entraban de vez en cuando a robar los huevos y los pollos de las gallinas o las gallinas mismas, un día los pillo y se escondieron entre las sombras del pajar según nos conté les dijo, no os escondáis y dad la cara que solo sois unos cobardes pero salieron corriendo, recuerdo que una noche vinieron a buscar a mi padre, seguramente se habría escapado del batallón y vendría a vernos pero al darse cuenta que le seguían se volvió, el caso es que entraron en casa lo revolvieron todo, tomaron la trincha larga de cargas los carros de hierba y se dedicaron a clavarla en la paja del payo, otro día tocaron a concejo desde la iglesia del pueblo juntaron a todos los hombres jóvenes y viejos y desmantelaron toda la iglesia, los altares, las figuras de los santos, los libros, cuadros, ropas de la sacristía y lo quemaron todo; que mentalidad algunos eran del pueblo que poco de cultura les quedo de cualquiera de las dos escuelas que había; al cabo de algún tiempo volvieron a venir pero esta vez para llevarse a Bilbao las dos campanas que tenia la iglesia, cuanto mejor iba el transcurso de la guerra para los nacionales peor se nos ponía a los que estábamos en la zona contraria, casi antes de tener que abandonar el valle requisaron todos los carros y bueyes de la zona , todos menos algunos y entre estos estaban los nuestros ya que en cuanto nos enteramos que empezaban a requisarlos yo me encargue de esconder el carro entre los maizales para que no lo viesen y las vacas y los bueyes acabaron durante esos días en lo mas cerrado del monte de La Peña de Orejón, por la mañana muy temprano había que llevarlas a beber a la fuente de Hornes y volver corriendo para que nadie se diese cuenta de donde las teníamos ni que yo había estado fuera del pueblo, siempre que venían preguntando por el carro y el ganado les decía que estarían en Santander ya que se los habían llevado mucho tiempo antes.
Las malditas guerras siempre enfrentan a hombres contra hombres pero las guerras civiles causadas por la política son mucho peores ya que las luchas se llevan entre hermanos contra hermanos, primos contra primos o vecinos contra vecinos y estas luchas a lo que llevan en el peor de los casos solo es a la muerte, los primeros en morir en el valle fueron los curas que decían misa en los pueblos de Ribota, Hornes, Burceña y Campillo yo recuerdo a tres ,el primero se llamaba Castresana era delgado y muy mayor y solía venir desde Villasana, el segundo Don Elías era grueso y fuerte y después de la misa siempre que podía se pasaba por nuestra casa a ver a mi abuela y a mi madre se tomaba una copa de Albillo y alguna galleta después vino Don José Manuel recién salido del seminario que era sobrino de Don Elías la primera vez que tuvo que decir misa no sabia muy bien como llegar a los pueblos y su tío le dijo .- monta en el caballo que el te llevara solo y el día que te toque dar la misa en Hornes el te llevara primero allí, como os decía a todos los mataron como también lo hicieron con las monjas que regentaban el asilo de Villasana, luego cuanto mas a peor fue la guerra mas asesinatos se cometieron en el valle mataron a familias enteras a veces por odio, rencor a envidias mas que por decisiones militares, este fue el caso de la familia de Julián el de Paradores, les mataron a el y a esposa a la cual dicen que antes la violaron dicen que fue un pariente lejano de ellos el que los asesino un tal Lorencin que también vivía en Burceña, con Julián de Paradores mi padre tenia mucha amistad creo que éramos parientes lejanos y siempre que mi padre tenia alguna duda o necesitaba consejo acudía a ellos con un par de conejos, en Burceña tuvimos mucha suerte y del pueblo no mataron a nadie, esto se lo debemos a Ángel Ortiz al que llamábamos Angelón por lo grande y fuerte que era como ya os he dicho su hermano se paso a los nacionales y el se quedo en nuestra zona, como os decía la deuda que tenemos todos los de Burceña con Angelón es enorme ya que este se entero en Villasana del día que iban a darle el "paseo" a los de nuestro pueblo así que les espero en el Alto de Palizares con la metralleta al hombro metida en culata de madera y cuando ya estaban casi arriba les paro para preguntarles hacia donde se dirigían , cuando le contestaron su respuesta fue .- tenéis dos oportunidades , daros la vuelta o encontraros un poco mas arriba conmigo no os acerquéis a Burceña que allí no hay nadie que os deba de preocupar, tendrán sus ideas pero son buena gente y de ellos ya me encargo yo. No se cargo tendría en guerra pero lo cierto es que se dieron la vuelta y no volvieron jamás, mi recuerdo para el y para su hermano, cuando entraron los nacionales en el valle el huyo para Santander y creo que murió en batalla.
Aun así, aunque no hubo paseíllo en Burceña cuando subíamos de pequeños a los montes para buscar hojas y hierba para las camas del ganado nos encontrábamos con las tumbas de los que daban el paseo, pocas veces lo comente pero en el monte de riera, aquel al que cortamos los robles y luego plantamos chopos y pinos los cuales cortamos después, encontré alguna aunque nunca se me ocurrió ver que había dentro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

D.Elías cura de Caniego,no murió en la guerra,se pasó a los nacionales por la Peña y por la noche.Al llegar a la taberna de Arruti en Villanueva,estaban todos los milicianos bebiendo y el pasó tan fresco y vivió muchos años después.No le descubrieron.El tal Lorencín(a ver si te acuerdas de su apellido)asesinó no sólo a esos sino tambien a D.Pantaleón de Paradores y a otro que prefiero por no revolver no decir su nombre.